08 octubre 2009

EVA


Todo ocurrió aquel día en que Alfonso, el hijo del cerrajero del pueblo, decidió tomar la decisión de regresar. Cargado de inseguridades, resentimientos, desamores, vio a su hermanito Oscar, dándose cuenta que el tiempo no se estacionó en el transcurso de su viaje.

Lo miró lentamente sentado, cerca del árbol en el que solían guindar sus sueños, y bajando uno a uno con sus manos gastadas, se iban convirtiendo en polvo que caía sobre su cara. Bajaron lágrimas que marcaron el camino del dolor en su rostro, sin poder evitar que ese niño ya crecidito, es su hermano y tío de la hermosa flor que llama su hija, niñita que tendría la misma edad de Oscar.

Eva es su nombre, que al pronunciarlo Alfonso, le temblaban los labios de emoción, todavía recordaba como si fuera ayer la primera vez que la cargó en sus brazos y con ansias de tan cortos recuerdos en tan larga espera, corrió hacia su hermano con sus piernas cansadas esperando que lo reconociera.
Estando al frente de Oscar de 12 de años, miró como sus ojos comenzaron a convertirse en espejos del pasado y sin una sola palabra esperó las respuestas de todas esas preguntas guardadas año con año. Al pasar unos minutos Alfonso le preguntó:
-¿Me recuerdas?
Y Oscar tembloroso y asustado respondió:
-¿Acaso eres tú? ¿Alfonso?... pero… tanto tiempo ha pasado ya…
Alfonso viendo de nuevo un rayito de luz , abrazó a su hermano y pidiéndole un favor le señaló aquella casa, de donde solía salir cada mañana cuando era tan solo un niño.
-Vamos que mi madre te está esperando- dijo Oscar. –Todos los días ansía tu llegada.

Alfonso confundido y sintiendo nuevamente un palpitar dentro suyo, siguió los pequeños pasos de su hermano sobre la tierra mojada que rodeaba la casa. Cerró sus ojos porque para Alfonso, parecía todo aquello, como una visión increíble de todos sus deseos escondidos, que una vez imaginó, aunque todavía hacía falta algo, ver a su Eva junto a su esposa, justo como la fotografía que tomó su mente ese domingo perdido en los números de los meses.

En el preciso momento en que la puerta se abría comenzó a escuchar el dulce sonido de agua corriendo por el cauce del río, abrió sus ojos y con un suspiro profundo todo desvaneció, encontrándose solo en la orilla de aquel escandaloso río que pudo esconder los sollozos de su alma.

Con mucho que esperar, él se dio cuenta que tan sólo fue un sueño, justo como se lo imaginó su subconsciente antes de despertar de tan cálido momento. Sueño que desbocaba sus sentimientos en carne viva y se hinchaban de la espera del anhelo perdido.
Tranquilizándose con la paz que lo rodeaba, sintió una brisa refrescante, que le enseñaba el nuevo rumbo del camino que debería seguir ahora. Mirando hacia el túnel de la gran sombra de los árboles de la experiencia, lo esperaban ansiosamente para revelarle su secreto. Uno de los más escondidos secretos de su vida, sin saber aún que existía.

En ese momento no reconocía aquel lugar, porque sus ojos eran como espacios sin sentido, que veían sin esperanza lo que pasara a su alrededor. Abrió esos sus ojos del alma hecha pedazos, cada vez que daba un paso lentamente al arco de sombras de aquellas ramas juntas, sentía poco a poco como se iba tornando ese color oscuro en tonos verdes y ráfagas de rojos mezclados con azul que le recordaron poco a poco los jardines de su infancia pero ésta vez había algo diferente. Una niña en el medio, con su ropa de domingo, sosteniendo unas orugas para hacerle compañía.
Enmudecido Alfonso, solo pudo pensar una cosa. Los jardines del entierro de su madre por los que la pasearon en su último día ya no estaban llenos de tristeza, solo de recuerdos intranquilos que deambulaban el terreno que había vuelto a nacer. Contorno rodeado con violetas de la misma cantidad de días que pasaron desde que él se fue. Violetas que esperaron su llegada con los inviernos y primaveras perdidas por los abriles de su vida.

Alfonso observó a Eva que estaba allí, en el centro de la gloria, con su enagua negra y su blusa blanca, sembrando una violeta más, a cambio de otro día de espera de la llegada de su padre, empezando a dejar la ilusión a un lado estaba lista para tirar al aire la esperanza y con su mente en luto, con recuerdos no vividos, ella sabía que era tiempo de devolverlos. Las orugas se deslizaron suavemente por su mano al escribir adiós.

Sonrió Alfonso nerviosamente al ver la escena, porque esperaba despertar de nuevo, musitó su nombre varias veces: Eva, Eva, Eva, cuando tan sólo se dio cuenta que a la niña que veía, la esperaba su madre detrás, reconociendo en una sola mirada la cara de su amor, que en años los bosques habían perdido.

Al borde de la locura supo que los años habían pasado, dejando marcas en los andares de un caminar obstinado y que ese lugar no iba a ser más su secreto ignorado porque de ahora en adelante iba a ser su nuevo lugar adorado.

1 comentario:

GOGO dijo...

Glow..ha sido un placer enorme el pasear por las las letrass de cuetnoo que tan lindo cuentasss amiguitaaa..!!

mi cariñoo lenito de airess buenosss..!!

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